De la Perimetral para el mundo.

De la Perimetral para el mundo. Bailando al ritmo de Danfroc

Decenas de niños se asoman por las ventanas de un lugar del cual emana un sonido que mezcla música africana y caribeña. Es diferente a la música que estos jóvenes suelen escuchar día a día: narra la esencia de una historia que a través de la transparencia de los vidrios pretenden conocer.  En el interior de aquella casa sin muebles ni adornos se encuentran los bailarines estelares de Danfroc, la primera compañía infantil de danza afrocolombiana contemporánea.

Muy cerca a la conocida vía La Perimetral nació Danfroc con una fuerza y vivacidad que le ha permitido brillar desde hace más de dos años. Es Teófilo Mercado el artífice de la compañía que les brinda un sueño a aquellos niños que desconocían la capacidad innata de contar con la danza, la corporalidad del alma.

Nueve niñas y un niño interpretan, en lo que parece ser una pista de baile embaldosada, una pieza larga con un ritmo intermitente, marcado por una voz indescifrable. Una mirada perdida o una altiva, quizás un movimiento brusco en los brazos o una posición que se asemeja al ballet, suelen ser las poses de los pequeños grandes bailarines. Ellos son el alma de Danfroc, donde logran ser felices y encontrar un sentido distinto de aquello que les rodea.

«Para mí lo esencial está desde el inicio y el inicio está con los niños, por eso decidí crear esta compañía de danza. Estamos en una sociedad donde los niños no son visibilizados, donde son mirados como esos seres humanos que no pueden hacer nada», relata Teofilo, creador y maestro de danza de Danfroc quien a sus 39 años sigue esperanzado en nutrir de alegrías y vivencias el espíritu de «sus hijos» como llama a sus alumnos.

Darles la posibilidad de confiar y creer en otra forma de conocer la cultura cartagenera es el interés de Mercado al lado de otro grupo de profesores que  imparten clases con una intensidad de 16 horas semanales sin recibir un sueldo. La sede comunal del sector Rafael Núñez es el epicentro de las prácticas tan arduas y estrictas como las de cualquier bailarín profesional. Los niños y madres se turnan el aseo semanalmente: barren, trapean y limpian para mantener el espacio adecuado.

El inicio de la compañía no fue fácil. Ver a niños interpretar bullerengue pero no de una forma habitual sino pensada a través del gesto y el movimiento es extraño; pero son los mismos vecinos y los niños de la comunidad quienes esperan las prácticas de la compañía para ver, desde la lejanía, aquella intensidad en las miradas, el esfuerzo por realizar el movimiento adecuado y el entusiasmo de los protagonistas de Danfroc.

Cuando Teófilo ve las ventanas de la sede comunal atiborradas de otros jóvenes siente alegría y tristeza a la vez. Quisiera tener una sede propia para albergar más de 200 niños diarios que reciban  clases tanto en el área musical como dancística. El impacto de Danfroc en su comunidad ha permitido que las familias de estos niños entiendan el sentido de la danza: son las madres quienes acompañan y velan por un vestuario adecuado de sus hijos, el mismo que procuran con actividades que van desde rifas, venta de fritos o bingos.

Teófilo es el creador de las obras donde los niños expresan sus ideas. En esta compañía les enseñan a pensar el movimiento, opinar y socializar lo que ocurre en su entorno, una muestra de ello es la obra «En silencio un mundo de inocentes» que relata los 50 años de violencia del conflicto armado en Colombia, dicha obra fue reconocida en la ciudad por el trabajo peculiar y admirable de Danfroc.

«Cuando nace algo como Danfroc con un trabajo de arte y danza de tal magnitud realizado por niños y no adultos, hace que la gente se replantee muchas cosas», agrega Mercado.  

El sueño de Teófilo es hacer una gran muestra del talento teniendo como escenario los alrededores de la Villa Olímpica para que sea la misma comunidad quien observe lo que son capaces de hacer los niños del barrio.

Así como aguardan aquellos niños desde el otro lado de la ventana esperando una oportunidad para aprender y amar el arte desde otra perspectiva; Teófilo confía en que Danfroc seguirá sembrando no solo en su comunidad sino en Cartagena la sensación de querer contar desde la corporalidad. «En un futuro lo único que me gustaría que me dijeran los niños de Danfroc es gracias, lo demás no importa», confirma.

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